Comentario
MEMORIAL 42
El Capan. Po. fernz. de quirós.
Señor.
El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Por lo que debo a Dios y a V.M., digo, Señor, que estando yo en la ciudad de los Reyes del Pirú, año de noventa y cuatro, entraron en ella presos por don Beltrán de Castro y de la Cueva, ciertos ingleses de la compañía de un capitán Richarte Aquines. El uno dellos que era geógrafo, de quien quise saber el discurso de su viaje, como abajo diré.
Lo más notable del, me dijo, que otro capitán de su nación llamado Thomas Candi, que es el que en la boca de la California robó a la nao Santa Ana que venía de Felipinas a México cargada de sedas y oro; se fue con esta presa a su tierra y que en ella armó treinta naos, con las cuales y siete mil hombres en ellas, dejando asentado con su Reina los socorros que le había de dar y la orden que habían de tener en corresponderse, siendo de edad de veinte y tantos años, llevando hecha una corona de oro partió de Londres con ánimo de entrar segunda vez por el Estrecho de Magallanes y hacer pié en Chiluey o en Osorno y desde allí enviar buena parte de su armada a robar y quemar todos los navíos que se hallasen por la costa del Pirú, salvando los mejores para sí a fin de hallarse, señor del mar, y que volviendo su armada había de ir a desembarcar su gente en el río Valdivia o en el puerto que se dice del Carnero, para juntarse con los indios araucanos y pregonar desde allí libertad de conciencia, libertad a todos los indios y negros de la América, acogimiento a retraídos y perdidos, y a todos cuanto lo quisiesen seguridad de vidas, honras y haciendas, buena compañía y esperanzas y por remate soltar presos; y que habiendo juntado un grueso ejército se volvería a embarcar para la ciudad de Lima, donde se había de hacer coronar por Rey del Pirú, y luego dar títulos de más y menos y hacer grandes (ilegible) a todos cuantos le siguiesen, y que por morir a la entrada del Estrecho, y sus capitanes desavenidos se volvieron a sus tierras, no tuvo efecto el intento.
V.M. considere que si este inglés consiguiera los muchos y grandes daños que hiciera en los bienes de ambos géneros, con tales bulas pregonadas en tierras a donde en tiempos pasados ha habido revoluciones y alzamientos declarados, y en mi tiempo centellas que apagan en cinco partes, y a donde oí decir cuando las alcabalas se entablaron y las otras impusiciones y compusiciones de tierras y hombres que hubo en ellas:
Dese buena prisa S.M. en hacernos pelar, que bien parece se hace cuenta le han de durar poco estos Reynos. Yo digo que la seguridad de todos ellos, y aún de los de todo el mundo, está en los corazones de sus moradores y que estos se roban con buenas obras.
Es aquí de notar tres cosas que por allá se platican comunmente. La primera es lo poco que las Indias costaron de adquirir, la segunda, las muchas riquezas que han tributado a Hespaña; la tercera, el poco beneficio que reciben della. Yo digo otras tres. La primera, que si la desorden de los pocos españoles que han entrado en las Indias bastó a consumir los muchos millones de sus naturales, que siendo como son hoy pocos los españoles, muchos la codicia doblada, el tratamiento el mismo que siempre ha sido, se puede esperar que con presteza del todo se acabarán aquellas gentes si V.M. no las remedia; este remedio está en que no haya españoles en las Indias; esto es imposible y así queda sin remedio este punto, más no sin reparo, como lo mostré a V.M. en un memorial a que me remito. La segunda, no echan dellas los que llaman extranjeros, que son los trabajadores en tierra, y más los que saben artes y otras cosas que resultan en bien común y hacen la parte de V.M. más firme, y porque no se si parecerá bien a los ojos de Dios y de los hombres, por lo que este punto tiene de impiedad y porque el (ilegible) del agravio que dicen se les hace no les haga hacer el mal que pueden, por ser muchos soldados, marineros y artilleros, y los hay de levantados pensamientos, más antes, Señor, me parecía cierto que allá los traten bien, porque los tratan muy mal y que no los dejen venir aunque quiera, no habiendo las causas legítimas, y por otras que ofrezco dar en razón desto, recordando los muchos millones de pérdidas y de daños que hizo Francisco Draque en venganza de un navío que en Cádiz tomaron a su padre, y cuanta inquietud causó a España y a las Indias y cómo abrió camino a los de Inglaterra y Holanda que han navegado y n... en ofensa de vasallos de V.M.
En suma recuerdo lo que costó y costará lo deste... La tercera se puede temer que en Inglaterra habrá otro Thomás Candi a donde creo está su intento en la memoria de muchos pues yo lo vine a saber en el Pirú esto entendía.
Digo, Señor, que embiando V.M. conmigo a la población de aquellas tierras Australes a extranjeros de las Indias y de los españoles sobrados en ellas, y al socorro y más viajes mismos se irán así por saber las riquezas y comodidades dellas, como por lo mucho que Pirú se afana para solo sustentarse, que con esto se aseguran unos reinos y se ganan otros no menos grandes y buenos.
Suplico a V.M. lo considere juntamente con mucho que conviene favorecer las Indias, porque si faltan sus riquezas de golpe como va faltando mucho a mucho, España está obre, los enemigos ricos y con grandes filos de... y vengarse. V.M. con poca armada en sus mares, teniendo gran necesidad de tenerla muy bastante a enflaquecer contrarios, cuando de sus tierras van y vienen a las dos Indias y a todas las otras partes fuera y dentro del Estrecho de Gibraltar, y con esto se pueden excusar los grandes gastos de los Presidios de Indias que a esta... hay en ellas y otras partes, porque tratar de fortificarlas y guarnecer así las del Oriente como las del Occidente por ambos mares, y traer en ellas gruesas armadas es imposible, al parecer.
En suma, Señor, tomarles cuenta cuando salen de sus tierras y vuelven a ellas. Las puertas de España de lo cual ha de nacer su flaqueza y nuestra fuerza.
Lo que prometí del geógrafo es, Señor, que habiendo salido del Río de la Plata en demanda del Estrecho de Magallanes, dando resguardo a aquella costa por ser de muchos arrecifes y bajíos, navegaron derecho al sur y que en altura de cincuenta y un grados y medio hallaron una tierra de buena vista y poblada, por cuya costa anduvieron más de cien leguas.
Es de advertir que se suele decir que el Estrecho de Magallanes no es solo, y también se dice que la tierra de la otra banda del es una isla y que por fuera della hay mar abierto por donde se puede pasar del a otra mar. Yo digo que puede ser que sea así lo que se dice; más que lo creeré cuando sea visto por vasallos de V.M. enviados al efecto como se puede enviar en dos barcos con treinta hombres desde Chile en principio de noviembre, pues puede ser que la voz de muchos estrechos y de mar abierto la hayan hecho ingleses a fin de que no se les cierre el paso como lo intentó la Magestad del Señor que está en los cielos, o despoblarlo ellos como y cuando les esté bien, que en aquellas partes les falta para poder invernar, descansar y prepararse para entrar y salir de verano, o sea a robar en las costas de todo aquel Mar del Sur, o a poblar las tierras que descubrí, o a otro cualquier que a ellos estará bien y mal a otros.
Debe notarse que las cien leguas de costa referida puedan ser que sea tierra continua con la que causa el Estrecho, y si es así, el Estrecho será uno, y si se hallaren muchos será acertado decir siempre que es solo.
Cuando me paro a considerar todo lo dicho, y los grandes gastos, los nuevos trabajos y continuos peligros con ingleses y holandeses (que) han surcado los mares del uno y otro polo, y que de levante a poniente han taladrado el mundo, buscando como buscan hoy por todo lo raudo del donde poblar y contratar, navíos que despojar, islas y puertos que saquear, y cómo se eternizar, y que Francisco Draque, Thomas Candi, Richarte Aquines y otros han entrado en el Mar del Sur, en cuyas costas se hicieron contra ellos costosas armadas, sin ser parte para que dejaren de hacer las dos grandes que hicieren, y que en seguimiento de los otros se perdió don Juan de Velasco y quinientas personas en la mejor nao del Perú, con setenta piezas gruesas de artillería, que fue para aquella tierra una gran pérdida, y cuando oigo decir que otros capitanes ingleses y holandeses han buscado por cinco partes septentrionales y bien rigurosa el Estrecho de Aman, para entrar en todas aquellas manos y que hoy están con los mismos filos de continuar su porfía apartándose de todas tierras, diciendo ser junto a ellas helado el mar a falta de su movimiento y sobra del agua dulce de los ríos que allí descargan sus corrientes, y que llegan a tanto que dicen quieren ir a la Nueva Zembla y estar en ella todo un año para tomar el pulso a los tiempos y saber con fundamento lo que pasa por todos aquellos parajes, para proseguir sus intentos, y que tienen clavados los ojos en la isla llamada Ricadeoro, al levante del Japón, y que ya van al Japón, y tienen escala en la isla Cisne junto a la de Madagascar, y que van al Sunda y están poblando en Terrenate, Maquien, Mutiel y Amboyana, que tienen contrato con factorías en Banda, y que dieron principio a la entrada en aquellas partes con solo cuatro navíos, y que van escuadras de catorce, y que cebados del interés o picados de los daños recibidos, avisados de nuestras fuerzas, necesitados de mayores, puede ser y se puede temer que pues tienen millares de naos, no salgan algunas bandadas de ellas como lo hicieron los godos, y aunque resulte decir tienen el socorro lejos, yo digo me parece lo tienen cerca, pues a donde quiera que van tratan con los buenos tratos que hacen de ganar las voluntades y hacérnos las tengan malas.
En suma, muy grandes males tuvieron pequeños principios y crecieron tanto cuanto a descuido y la negligencia les dieron lugar, y al contrario, muy grandes bienes habemos visto tener principios pequeños y crecer tanto cuanto los fomentó el celo y la presteza de pies y manos, y no en balde estas naciones no dejaron en las Indias del oriente y occidente con sus islas, cavopuerto, playa y caleta, que no exploten, demarquen y sonden, ni nación con quien no se comuniquen y con quienes no tengan toda buena correspondencia.
Hallo, en suma, que se debe creer que todas estas costosas diligencias las hacen a solo fin de dar grande apretón con grandes escuadras de naos, por la una y otra mar, y ser señores de unas y otras Indias. Con recuerdo que tienen bien mostrado lo que saben, lo que pueden y lo que pretenden, y que los muchos que están sembrados por España a sus contratos bien ven el dinero que tiene, el que sacan y el que le queda, y todo cuanto pase en ella.
Cuando, Señor, considero la grandeza de las tierras que descubrí, por mandado de V.M., con la vista y noticia de sus muchas riquezas de muchos géneros, sus grandes comodidades, con todas las otras comunientes y forzosas que muchas veces representé, avertí y recordé, y el cuanto las naciones contrarias se desvelan en todo lo apuntado y como van a Guinea, al Brasil, al Dorado y a muchas otras partes de las Indias, en suma de naos a cargar de sal en Araya y con haciendas a rescatar tabaco y cueros y otras cosas deste son, y que por no haber desde el Brasil salta la Florida, tierra de Satanás, ni puertos de importancia ni toda del Mar del Sur salvo a Chile, y este ya Candi lo intentaba, han poblado la Virginia que está cerca de San Agustín, presidio de V.M. en la Florida, poco fuerte y mal guarnecido a la salida de Bahamas, dejando atrás La Habana que poco importa ser como lo es tan fuerte y estar hoy guarnecida para (mancha de tinta) en navíos, si por aquella garganta de la canal de Bahama pasan todos a España cargados con las riquezas que las Indias dan, y cuando sólo detengan su venida será por tanto extremo dañoso como costoso, si lo ganan quitárselos de las manos, y impedirles que no asalten las flotas armadas y todos los navíos sueltos que vana Tierra Firme y a México, esperándolos en las islas de Barlovento, que es fuerza las vayan a reconocer o para hacer aguada en ellas o sus derechos viajes o en otras de las muchas partes por demás han de pasar, y demás desto pueden bien correr todas las costas y puertos hasta volver al mismo puesto; y cuando oigo decir que estas naciones guardan los pases en cuanto bien les estuviese, y que cuando más las dilataren, más ricos, más poderosos y más prácticos se harán; y veo que van a poblar las tierras que descubrí; hallo que Dios Nuestro Señor las quiere muchísimo pues ciega a gentes que tanto las pueden dañar de muchos modos. Su Magestad Divina se sirva de que siempre sea así.
Esto recuerdo y recordaré en cuanto mi vida durase y juntamente las costosas armadas que desde España V.M. suele mandar para desbaratar intentos ajenos, temiendo que hartos menores no vengan a ser mayores si no se les corta el hilo, sirviéndoles de aviso para vivir más recatados y armados.
También recuerdo que si esos enemigos ponen pié en todas aquellas tierras Australes, que no sé si han de bastar gruesas y costosas armadas a echarlos dellas, ni a remediar, no digo todo sino parte de los muchos y grandes males, daños y pérdidas espirituales y tempo rales que allí y desde allí pueden hacer hasta aquí por levante y por poniente en tierras de V.M.
Lo demás remito a un capítulo del memorial grande, impreso, que presenté en razón desto, y lo que digo en éste no lo dije allí por no hacer público lo que pide secreto, aunque creo que los enemigos no ignoran nada de lo dicho y que saben más de lo que digo, y que más importa el remedio que no el temor de que no sepan lo que nos enseñan con lo que dicen y con lo que escriben más ante, si no me engaño, me parece es bien que entiendan que V.M. los entiende los pensamientos y tiene vasallos que les cuentan los pasos y avisan Bellos, y que en todas partes se previene contra ellos.
Y cuando veo, Señor, que con solo 500 mil ducados gastados en el Pirú por una vez puede V.M. remediar todo o gran parte de lo que está referido, y de retorno ganar reinos, riquezas, fama y gloria, en esta y en la otra vida, y que hay quien impida esta mi misericordia que Dios hace a V.M. y lo porfía. Confieso que cuando considero esto y siento la fuerza que aquellas tierras me hacen, y oigo los gritos que sus naturales me dan a la continua para que portunamente diga los peligros que han corrido y están corriendo, por la dilación del socorro que se debe dar a ellos y dellos, y me veo en esta Corte ladrando tres años ha porque V.M. doble y asegure su Monarquía y dé fin a esta obra a que V.M. dió principio, y motivo a la pluma que cante que sólo a V.M. fue concedido quitar de las uñas de Sathanas la posesión antigua y la adoración continua que tiene en todas aquellas tierras ocultas y descubiertas, dar la gloria a Jesucristo cuya es encaminar a S.M. Divina, no digo, Señor, un alma, como de celoso dijo en Roma el Duque de Sessa, sino los muchos millones dellas presentes y venideras, y abrir puertas a otros bienes de bienes innumerables, y cortarlas (?) a grandes males de males sin remedio. Confieso que cuando considero esto y veo esta pía y santa causa perseguida de amigos y enemigos en público y en secreto, y aún por ella en tierra y mar, hallo que la culpa sólo la tienen mis pecados, y tanto, que pedir a Dios cuanto S.M. Divina lo remedie, a quien suplico defienda y guíe su causa como sabe le conviene.
Y cuando, Señor, me acuerdo que no puedo contar aquí los nuevos grandes servicios que pude haber hecho a Dios, a V.M. y a aquellas gentes, con todos los otros útiles, comunes y generales que este gran caso encierra en sí, ni las andadas a que pude haber dado principio en nombre de V.M., ni los frutos que dellas se hubieran cogido, y me acuerdo lo que viví, y que no sé lo que viviré para recobrar lo perdido, y que en pago de lo que serví, que ofrezco, y de lo que me desvelo.
Advierto y aviso me tratan mucho peor que sabré significar. Confieso que cuando considero esto y me veo engolfado en otros muchos discursos que hacen a este propósito, que pierdo el tino que dos veces no perdí por mares nunca navegados, más no la esperanza que tengo puesta en Dios y en V.M. de dar fin a todo lo que pretendo.
Cuando, Señor, mido y cuento por mayor y por menor todo cuanto tengo hecho y sufrido solo, a fin de librar de olvido y peligro las tierras y gentes que descubrí, y veo, Señor, que no puedo y me acuerdo de otros millares de cosas tan terribles como penosas, tan insufribles como increíbles, y que todas juntas y la grandeza y fuerza de mis agravios no han sido ni será parte a que deje mi justa posición y mi porfía, hallo las señaladas misericordias que Nuestro Señor me hace, porque, a ser de otra manera fuera imposible, según el conocimiento y sentimiento, que pudiese soportar, no digo dieciseis años continuos de mal trato, sino el menor de los demás que me han dado y amenazas que me hacen cuando más me justifico.
otro
Los peligros que de nuevo se me ofrecen que advertir, y corren de presente y de futuro las gentes y tierras Australes, cuyo cobro y población pretendo con presteza, tomando para principio dellos la vecindad y cercanía de cincuenta leguas que hay del remate dellas a las islas Molucas, a donde holandeses están poblados y a donde van y vienen por la vía oriental con la facilidad que se sabe, sin pasar el Estrecho de Magallanes y sin buscar el de Anián, son los siguientes:
V.M., por quitar a los holandeses el comercio de Terrenate, hizo una armada con la cual se ganó el fuerte de aquella isla y en él se puso el presidio que hoy tiene. Los holandeses hicieron otro en la misma, a donde están, y si V.M. los quiere echar de allí ha de hacer otro mayor por... que son muchos más en tierra y mar y están sobre aviso.
Prosupóngase que son forzados a dejar aquellas islas y que se van como pueden ir sin que nadie se lo impida, en dos días, a poblar la tierra firme Austral y que en ella se fortifican y hacen grande alianza con los naturales della y se aprovechan de todas las riquezas y demás cosas así vistas como de las que hay noticia, y que lo pueden hacer con tanto secreto que primero que se entienda todas aquellas tierras sean suyas, habiéndolas V.M. descubierto, y no se me puede negar que pueden armar allí una Rochela y hacer un salto en la plata que baja del Pirú a Panamá; otro en los navíos que no levan poca, de Lima a México; otro en los que de Acapulco van a Felipinas, y otro en los que della vienen a México. Unos y otros bien ricos. Y que como Draque y Candi supieron desde Inglaterra medir el tiempo y elegir puertos para las presas que hicieron, conque intentaron otras mayores, que los que allí vivieron podrán con facilidad y comodidad ponerse en los tres casos desiertos, es a saber, el de San Francisco en el Pirú, de San Lucas, en la Nueva España, del Spíritu Santo en las Felipinas, y en la isla de Guahan en Los Ladrones, que son puestos por donde forzosamente han de pasar todos los dichos navíos; y cuando por alguna vía se ha sabido que hay holandeses en aquellos parajes, o en otra cualquier parte de aquel mar, es cierto que se perderá el trajín en cuanto no hubiere armadas que aseguren y fuerzas con presidios en los puertos, y que la plata del Pirú no vendrá por aquel año o añosa España, conque se perderán derechos de flotas y se recibirá daños de cambios y otros muchos que bien se dejan entender; y cuando en Lima y México lo quieran remediar será tarde, por no ser posible menos, y quizás después de haber hecho presas y retirádose a aquellas tierras sin saber los nuestros a donde los iban a buscar, se habrá hecho jornada vana; y si acaso aciertan de encontrar con ellos, no por eso esta cierta la victoria, ni los peligros inciertos, ni excusados los gastos, ni remediados los daños; y si es tanto para temerse lo que pueden hacer con pocas fuerzas, cuanto más lo será teniendo muchas conque pueden dañar por mayor y por menor en las dos Indias o dos columnas sobre que España sustenta toda su grandeza y poder. Suplico a V.M. lo considere juntamente con lo demás que advertí en otros memoriales a que me remito y que el remedio en lo que pido sea antes que para echar enemigos de las nuevas tierras, sea necesario el gasto de millones de oro y de millares de hombres, a pena de perderlas todas y de que holandeses derrotaran a sus naturales, que no saben la verdad catholica ni tienen ministros de Dios que los alumbren. Ejemplo, cuando Martín Lutero dio principio a sus falsas doctrinas, estaba a la mira un pontífice romano, un Colegio de Cardenales, la vecindad de obispos y prelados doctos, un emperador abuelo de V.M. con un poderoso ejército amenazando un grande número de cathólicos, repugnando y defendiendo, y muchos príncipes cristianos ayudando, sin ser todos estos medios parte ni cuantos modos se buscaron para que se dejase de introducir la perdición que hoy se ve tan cara de remediar, cuidándose tanto ella y procurándose por tantas vías, quiero decir que Dios guarde aquellos inocentes gentiles de los doblados males que temen sin falta, si antes que vayan holandeses a ser sus maestros, V.M. no los ampara y les envía predicadores del Evangelio que les enseñen el camino de la salvación de sus almas.
Si bien se mira hallarse lo que el menor gasto, pérdida o daño de los apuntados, vale muchas veces más que el dinero que suplico a V.M. gaste por única vez en poblar las tierras descubiertas, de las cuales no se sabe lo que más se extienden hacia levante y poniente, ni cuanto es el ancho que tienen, pudiendo ser tanto los dos, cuanto a V.M. lo he mostrado en un mapa, y cuando, Señor, sea la mitad, tercio o cuarto, será un muy grande imperio, siendo lo visto más que Europa, de largo, sin el mucho número de islas otras veces dicho; y cuando este gran caso no tuviera encerrado en grandes e infinitos bienes de los dos géneros, y no fuera por más que, por V.M. sabe lo que Dios creó en todas aquellas partes, y tener en ellas vasallos que resistan, diviertan, espíen, testifiquen y avisen de los designios de los enemigos que fueron, si ya no están en ellas; esto bastaría y basta, Señor, que será un cebo de la piedad cristiana y grandeza del ánimo real de V.M., digno de eterna fama y gloria en esta y en la otra vida.